miércoles, 16 de septiembre de 2015

El rescate de la rana cohete



Hace pocos días y por una extraña casualidad mi pequeño hijo Ignacio escogió como compañero de sueño a un pequeño peluche verde de largas patas y de sonrisa amable.  Durante siglos los niños han buscado en esas compañías protección; y, empezaba diciendo que me pareció una “extraña casualidad” porque esa noche tenía como objetivo escribir este artículo para contarles lo que las ranas hacen por el planeta.

Estos pequeños seres que pueblan la tierra desde hace 350 millones de años son determinantes en la estabilidad de la cadena trófica. Es decir, son parte indispensable en el proceso de transferencia de energía alimenticia a través de una serie de organismos, en el que cada uno se alimenta del precedente y es alimento del siguiente. Si las ranas desaparecieran, todo el sistema se altera.

Pero la naturaleza es implacable y la reciente actividad del volcán Cotopaxi trajo consigo no solo las alertas por ceniza, emisión de gases o una inminente erupción que destruiría mucho de lo que encuentre a su paso; nos trajo también la triste noticia de la  posible desaparición de la única población sobreviviente de ranas cohete, las ranas símbolo de Quito que serían arrasadas por lahares en caso de la explosión del coloso.

Esta era una situación única en la historia de la conservación de la biodiversidad del Ecuador, pues por primera vez se tiene conocimiento de la posibilidad de la extinción de una especie de animal como producto de una catástrofe natural, tal como nos alertó Santiago Ron, Curador de anfibios del Museo de Zoología de la Universidad Católica del Ecuador, un apasionado científico que ha dedicado su vida al estudio de esta especie.

El reto entonces era tomar acciones inmediatas que nos permitieran salvar a esta especie, darle otra oportunidad de vida y que las orillas del río Pita, que han sido su fuente de vida, no se conviertan también en el de su muerte. La única opción era poder rescatarlas de ese lugar y ponerlas a buen recaudo para sobrevivir su especie.

El mejor lugar para hacerlo, era la Balsa de los sapos, un laboratorio con altos estándares de calidad en donde tiene ranas en cautiverio para poder estudiarlas, para reproducirlas y cuidarlas con detalles como salas especializadas con micro climas adecuados, con lluvia permanente y alimento seguro para que se sientan como en casa.

Biólogos de la Universidad Católica conjuntamente con personal del Ministerio del Ambiente emprendieron la aventura de localizar a las pequeñitas ranas cohete en medio de un verano intenso que no garantizaba poder hallarlas.

Armados y equipados de esperanza recorrieron centímetro a centímetro el tramo del río Pita, en donde fueron vistas por últimas vez. Más o menos a la media hora de búsqueda un grito de alegría indescriptible daba cuenta de que hallamos una ranita juvenil. Todo el trabajo realizado tenía sentido. Esta pequeña se sumaba a dos renacuajos recolectados antes y que se espera pertenezcan a la misma especie.

La búsqueda se extendió por algunas horas que incluyeron inclusive el uso de play back (el canto de las ranas emitido por un pequeño parlante, esperando que por su territorialidad canten y podamos ubicarlas con mayor facilidad), pero al final de la jornada solo pudimos ubicar un renacuajo adicional.

La jornada había sido un éxito pues creíamos que por las condiciones del clima sería casi imposible hallarlas; pero nos llevamos tres y con ellas renace la esperanza de no perder una de las especies más amenazadas del mundo.
Estas iniciativas son las que nos hacen creer en la humanidad. Todos podemos ser parte de este Ecuador Verde que debemos cuidar y proteger no solo para nosotros sino para todo el planeta. Gracias a Santiago, a su extraordinario equipo y al personal del MAE porque cada uno de ellos nos ayudó a cambiar la historia.

Lorena Tapia                                                                                                                                                                      
Ministra del Ambiente



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