Siempre me han sorprendido las increíbles
muestras de amor que podemos observar en
la naturaleza, sobre todo de aquellos animales que hacen grandes esfuerzos por
preservar y conservar su especie. Una de ellas es la ¡tortuga marina!
Veinticinco años es una vida entera y es
el tiempo exacto, con sus días y noches, que estas tortugas esperan para poder
regresar exactamente a la misma costa donde sus madres colocaron los huevos para que
ellas pudieran nacer. Sorteando peligros inimaginables, ellas se aventuran a
viajar miles de kilómetros en busca del mismo lugar para poder poner su primera
camada de huevos.
Algunos estudios sugieren que las
tortugas tienen una gran capacidad para memorizar el sitio exacto donde
nacieron; que se orientan con las corrientes marinas y gradientes de
temperatura, que se ubican por señales magnéticas durante la navegación o que
el sonido del oleaje de su playa natal las atrae para iniciar un nuevo ciclo de
vida.
Para mí, es la magia de la naturaleza con
esa capacidad infinita que tiene para dar vida y para hacerlo de maneras
insospechadas. Las tortugas marinas son quizá una de las poquísimas especies en
el mundo, en el que las madres ponen los huevos fertilizados, los cubren dentro
del nido que ellas misma cavan e inmediatamente los abandonan sin saber cuál
fue la suerte final de sus crías.
Dos meses después las pequeñas
tortuguitas ven la luz por primera vez en sus vidas, esperan hasta que el
ambiente esté fresco y se deslizan por la arena lo más pronto que pueden para
alcanzar el mar y continuar con su vida.
Una hembra puede poner hasta mil huevos
en su periodo de reproducción y puede hacer hasta ocho nidos distintos con el
fin de prolongar su especie. Una de las razones por las que ponen tantos huevos
es que son muy pocas las tortuguitas que sobreviven después de la incubación y
llegan a ser adultas.
Esto, porque en la actualidad el hombre
ha ido poblando las playas en donde ellas, históricamente, se han reproducido.
Pero el problema no es solo de espacios, sino que además los animales se
cohíben cuando las miran y prefieren retornar al agua sin poner sus huevos, o
se los roban para comerlos, para guardarlos como un recuerdo o los destruyen
por mera curiosidad.
En Ecuador contamos con cinco especies de tortugas marinas
migratorias, la tortuga verde,
golfina, caray, laúd y
caguama que más allá de ser consideradas atractivas y exóticas tienen
una importancia fundamental en la salud
de nuestros océanos, ya que sin ellas procesos
tan esenciales como el mantenimiento del ecosistema de los arrecifes o
incluso el transporte de nutrientes a las playas sería imposible.
Además, promueven la revitalización de
los pastos marinos, controlan las poblaciones de medusas, remueven la arena y
sirven como principales indicadores de la salud de los ambientes marinocosteros
a escala local y global.
Pero volver a casa y hacer sus nidos en
nuestras playas no es lo único que estas
cinco especies tienen en común sino también el formar parte parte de
la lista roja de la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza, entidad que determina las amenazas que
hacen vulnerables a las tortugas o las ponen en peligro de extinción.
La tortuga verde por ejemplo se ubica en la categoría “en peligro” debido
a la disminución del número de hembras que anidan anualmente en las tres
últimas generaciones, además las cosechas intencionales de huevos, captura de
adultos de las playas de anidación o
zonas de alimentación.
La tortuga golfina está en la
categoría “vulnerable” ya que prefiere alimentarse cerca de estuarios y
bahías siendo propensa al contacto humano.
Mientras la tortuga carey está en “peligro crítico” debido a la
degradación de los hábitats de anidación y la captura de huevos y ejemplares
por su caparazón.
Por estas y otras consideraciones en el
2014 el Ministerio del Ambiente puso en vigencia el Plan Nacional para la
Conservación de las Tortugas Marinas, ratificando su compromiso de disminuir
los efectos negativos de las actividades humanas sobre esta especie y propone
diversas acciones para reducir las
presiones que las afectan.
Mantenemos programas permanentes de
protección y monitoreo de los sitios de anidación como los parques nacionales
Machalilla y Galápagos, la Reserva de Producción Faunística Marino Costera Puntilla de Santa
Elena, Refugio de Vida Silvestre Marino Costera Pacoche, y en el resto de nuestras áreas
protegidas y playas que se encuentran fuera a lo largo de las cuatro provincias
de la Costa donde se ha reportado anidación de estas especies.
Pero quizás el trabajo que más me
enorgullece es aquel que habla del involucramiento que hacemos con la sociedad
civil y sobre todo con nuestros niños, contándoles la importancia que tienen
las tortugas para nuestros ecosistemas y compartiendo con ellos las historias
de entrega, esfuerzo y sacrificio que hacen estas tortugas por preferir nacer
en ¡Ecuador!. Este Ecuador que ama la vida.
Lorena Tapia
Ministra del Ambiente
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