Para
muchos en Ecuador las seis de la mañana es la mejor hora para despertar, practicar
una rutina de ejercicios o empezar una jornada laboral; pero en Chimborazo, “a
las seis de la mañana”, ya se ha hecho muchas cosas, sobre todo aquellas
dedicadas al campo: cosechar, sembrar o mover a los animales. Todo esto sucede
ante la mirada apacible del Chimborazo.
Entre
muchos de esos habitantes se confunde Marcelo, no lleva el poncho característico
de los hermanos ecuatorianos, sino una chompa térmica del Ministerio del
Ambiente. Él no está en la tapa de los periódicos ni en los noticieros de
televisión pues de manera silenciosa y sistemática, como suelen hacerlo las
grandes mentes que habitan en sencillos pero brillantes seres humanos, centró
sus esfuerzos, sus conocimientos y su vida a desarrollar un modelo matemático
de hábitat y muestreo de las vicuñas.
Un estudio
más que necesario indispensable para el planeta ya que la vicuña está en
potencial peligro de extinción pues su lana es una de las más cotizadas en el
mundo, son presas de la caza sistémica y las crías tienen un alto índice de
mortalidad.
Él, jamás
buscó un reconocimiento solo intentó mejorar la vida de estos animales. Su
estudio fue sigiloso pero los resultados logrados traspasaron fronteras y sus
aportes fueron analizados por la convención de investigación científica
sudamericana. Luego de revisar punto por punto, ellos determinaron que la
metodología propuesta es una de las primeras en todo el mundo en demostrar un
muestreo probado sobre camélidos sudamericanos.
Yo me
encontraba en Nueva York en la reunión de la Organización de las Naciones
Unidas hablando, precisamente, sobre cambio climático y sus dramáticas
consecuencias. De repente sonó mi teléfono, no suelo distraerme con los
mensajes cuando estoy en temas tan importantes, pero el breve texto resumen que
aparecen las pantallas hizo que el mundo se detuviera un instante para mí.
El mensaje
de mi equipo de comunicación me decía que a esa misma hora pero a 8200
kilómetros hacia el Sur, en Chile, Marcelo era condecorado con el galardón a la ciencia por su estudio de vicuñas.
Apenas
pude salir de la reunión busqué un pasillo para leer el mensaje completo. Con
esa sensación de ecuatoriana lejos de casa, en un país distinto, compartía a la
distancia la altivez de este premio logrado por Marcelo, no para él, no para el
Ministerio de Ambiente que es su casa, sino para el Ecuador entero.
El texto decía
además que Marcelo compartiría su estudio con los científicos en la XVIII
Reunión Técnica del Convenio de la Vicuña y que, en reconocimiento a su
destacada labor, se le otorgaba una beca completa para hacer sus estudios de
doctorado en
la Universidad de Cambridge.
El orgullo
me conmovió casi hasta las lágrimas porque sin dudarlo puedo decir que este
hombre es el gran ejemplo de lo que se puede hacer como país. Marcelo Pino es
el nombre que le dieron sus padres y ese mismo nombre será el que quede
registrado en la historia como el ecuatoriano que tuvo un sueño, trabajó por él
sin esperar nada a cambio y logró no solo proteger y ayudar a sobrevivir a la
vicuña, sino además demostrarnos y demostrarle al mundo de qué estamos hechos
los ecuatorianos y cuán lejos podemos llegar.
Lorena
Tapia
Ministra
del Ambiente
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