miércoles, 7 de octubre de 2015

ORGULLO EN LAS FALDAS DE CHIMBORAZO



Para muchos en Ecuador las seis de la mañana es la mejor hora para despertar, practicar una rutina de ejercicios o empezar una jornada laboral; pero en Chimborazo, “a las seis de la mañana”, ya se ha hecho muchas cosas, sobre todo aquellas dedicadas al campo: cosechar, sembrar o mover a los animales. Todo esto sucede ante la mirada apacible del Chimborazo.
Entre muchos de esos habitantes se confunde Marcelo, no lleva el poncho característico de los hermanos ecuatorianos, sino una chompa térmica del Ministerio del Ambiente. Él no está en la tapa de los periódicos ni en los noticieros de televisión pues de manera silenciosa y sistemática, como suelen hacerlo las grandes mentes que habitan en sencillos pero brillantes seres humanos, centró sus esfuerzos, sus conocimientos y su vida a desarrollar un modelo matemático de hábitat y muestreo de las vicuñas.

Un estudio más que necesario indispensable para el planeta ya que la vicuña está en potencial peligro de extinción pues su lana es una de las más cotizadas en el mundo, son presas de la caza sistémica y las crías tienen un alto índice de mortalidad.

Él, jamás buscó un reconocimiento solo intentó mejorar la vida de estos animales. Su estudio fue sigiloso pero los resultados logrados traspasaron fronteras y sus aportes fueron analizados por la convención de investigación científica sudamericana. Luego de revisar punto por punto, ellos determinaron que la metodología propuesta es una de las primeras en todo el mundo en demostrar un muestreo probado sobre camélidos sudamericanos.

Yo me encontraba en Nueva York en la reunión de la Organización de las Naciones Unidas hablando, precisamente, sobre cambio climático y sus dramáticas consecuencias. De repente sonó mi teléfono, no suelo distraerme con los mensajes cuando estoy en temas tan importantes, pero el breve texto resumen que aparecen las pantallas hizo que el mundo se detuviera un instante para mí.
El mensaje de mi equipo de comunicación me decía que a esa misma hora pero a 8200 kilómetros hacia el Sur, en Chile, Marcelo era condecorado con el galardón a la ciencia por su estudio de vicuñas.

Apenas pude salir de la reunión busqué un pasillo para leer el mensaje completo. Con esa sensación de ecuatoriana lejos de casa, en un país distinto, compartía a la distancia la altivez de este premio logrado por Marcelo, no para él, no para el Ministerio de Ambiente que es su casa, sino para el Ecuador entero.

El texto decía además que Marcelo compartiría su estudio con los científicos en la XVIII Reunión Técnica del Convenio de la Vicuña y que, en reconocimiento a su destacada labor, se le otorgaba una beca completa para hacer sus estudios de doctorado en la Universidad de Cambridge.

El orgullo me conmovió casi hasta las lágrimas porque sin dudarlo puedo decir que este hombre es el gran ejemplo de lo que se puede hacer como país. Marcelo Pino es el nombre que le dieron sus padres y ese mismo nombre será el que quede registrado en la historia como el ecuatoriano que tuvo un sueño, trabajó por él sin esperar nada a cambio y logró no solo proteger y ayudar a sobrevivir a la vicuña, sino además demostrarnos y demostrarle al mundo de qué estamos hechos los ecuatorianos y cuán lejos podemos llegar.

Lorena Tapia
Ministra del Ambiente


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